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Hace miles de años la filosofía oriental descubrió el origen del sufrimiento humano. Los sabios de las civilizaciones de la antigua China e India coincidieron en que los seres humanos sufrimos no por lo que nos ocurre, sino por como lo vemos. Existen muchas personas afortunadas, pero infelices… y también existen muchas personas que están pasando por situaciones muy difíciles y sin embargo ellos permanecen alegres, disfrutando lo bueno que tienen, aunque sea poco. La filosofía oriental descubrió que los humanos sufrimos por los apegos y por las expectativas. Todo depende de cómo veamos las cosas, no de como sean las cosas. Esto también aplica a las relaciones de pareja, lo pude comprobar en nuestro reciente viaje a la comunidad Achuar, la cual vive apartada del mundo “civilizado”, rodeada de la selva amazónica en el suroeste de Ecuador.

Visitamos la comunidad Achuar para conocer su forma de vida, su cultura y su visión del mundo. Antes de la visita se aclaró que estaba prohibido tomar fotos durante toda la expedición. La foto que aparece en este artículo fue tomada de lejos, sin el consentimiento de sus habitantes, por lo cual pedimos disculpas.

La aldea achuar está formada por varias casas. Una familia ocupa una casa, la cual consiste de un techo fabricado de madera y cubierto por hojas de las palmeras. Las casas no tienen paredes, el piso es de tierra y posee un sistema de desagüe.

Fuimos invitados a una casa donde nos recibió el jefe de la familia, un hombre alto y fuerte de 25 años. Él nos recibió sentado en el centro de la casa, vestido de una falda estrecha de tela de colores con el torso descubierto. En la cabeza llevaba una cinta muy elaborada que sirve para mantener los cabellos hacia atrás, en la mano tenía una lanza que sirve para la cacería y al mismo tiempo representa su autoridad en el hogar.

Como invitados nos sentamos en un banco especial para visitas localizado a un costado de la casa. Aunque la casa no posee paredes, ni divisiones el interior está dividido a diferentes espacios: masculino y femenino. Los visitantes no pueden entrar al espacio femenino, aunque lo pueden ver.

El jefe de la casa, cuyo nombre en español es José (todas las personas del pueblo achuar tienen un nombre en su lengua nativa y otro en español), nos presentó su familia la cual estaba formada por dos esposas y ocho hijos. Las dos esposas eran hermanas de padre y madre. La mayor tenía 32 años y en el momento de nuestra visita estaba embarazada. Este bebe sería el noveno hijo del jefe de la casa. La esposa menor tenía 24 años.…

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Cada esposa y sus respectivos hijos ocupaban la mitad femenina de la casa. Allí tenían sus camas hechas de palos de madera, sin colchón, pero con mosquiteros. Las camas eran elevadas sobre la tierra por unos postes. La esposa mayor tenía más hijos, por lo que tenía dos camas. Nos comentaron que el jefe de la casa para dormir se alternaba con cada esposa. También nos explicaron que las relaciones sexuales nunca se tienen en la casa, porque no hay intimidad. Para tener relaciones la pareja sale al bosque o al huerto que rodea la casa.

Los achuar hoy en día se visten con ropa occidental, la cual compran con el dinero que ganan con el turismo. Como no hay paredes en la casa, lo ropa (y otros útiles de la casa) se cuelgan a un lado del techo.

Todos en la familia trabajan para aportar a la sobrevivencia. Las mujeres llevan la parte más pesada: siembran y cosechan en el huerto. El producto de mayor importancia es la yuca que sirve como la base de alimentos y también para hacer una bebida llamada “chicha”. La chicha es elaborada exclusivamente por las mujeres, masticando la yuca y luego siguiendo un proceso de fermentación. La prueba para determinar si una mujer joven se puede casar es si hace buena chicha. La chicha se brinda a los visitantes, como una señal de bienvenida. Nosotros también la probamos, notando un sabor parecido ligeramente al yogurt, pero de consistencia más liquida.

Las mujeres también crían gallinas, hacen artesanías para venderles a los turistas, cocinan para toda la familia, lavan la ropa y atienden a los hijos. Los hombres casan en la selva y hacen trabajos de la comunidad. Los hijos desde los 6 o 7 años tienen la responsabilidad de pescar y tienen que traer pescado todos los días a la casa.

La comunidad tiene una escuela, la cual sigue el calendario escolar del hemisferio norte. El día anterior a nuestra llegada, la comunidad tuvo una fiesta por motivo del término del año escolar y comienzo de las vacaciones. Las clases se imparten en ambos idiomas: achuar y español. Los niños crecen sabiendo español, pero los ancianos no lo hablan.

Era muy interesante observar la dinámica de esta familia, cuya forma de vida es tan distinta a la que estamos acostumbrados. Le preguntamos si las dos esposas discuten entre sí. Cuando el guía tradujo la pregunta las dos mujeres se rieron y el hombre contestó seriamente que no. Ciertamente la poligamia es normal para el pueblo achuar y es permitido tener una cantidad de esposas ilimitada, pero para tener muchas esposas y muchos hijos se necesita una casa muy grande. En las últimas décadas la mayoría de las familias se componen de una o dos esposas como máximo.

Para elegir pareja los jóvenes son libres. Generalmente, cuando un joven decide casarse con una mujer le pide a su padre que hable con el padre de la joven y así planeen la boda. Las mujeres pueden mostrar su interés en los chicos sin que sea mal visto.
Les preguntamos si existe el divorcio en su comunidad, a lo cual contestaron que si y siempre ha existido. Las razones pueden variar: si la mujer hace mala chicha, no atiende la casa o el huerto o no quiere tener relaciones con el marido, o cuando el hombre es perezoso, casa mal, no provee a su familia – estas son las causas más frecuentes. Después del divorcio ambos pueden casarse con otras parejas.

La infidelidad no es común, mayormente porque no existe la privacidad y también es severamente castigada por la comunidad.

Los jóvenes se casan alrededor de los 15-17 años y toda la comunidad les ayuda a construir su casa.

Al terminar el día toda la familia se reúne alrededor del fuego para compartir la cena. En el suelo se colocan las hojas de plátano que sirven de manteles y se sirve la comida. Todos comen sentados, el jefe con sus dos esposas y sus hijos. También se reciben las visitas, se comparten las noticias del día y se cuentan historias. Se acuestan a dormir muy temprano al terminar la cena y se levantan al otro día para continuar con las tareas del día a día. Antes de dormir queman unas raíces especiales que alejan los mosquitos y otros insectos.

Al observar esta forma de vida, aprendimos que se puede ser feliz con una vida muy sencilla, teniendo muy pocos bienes materiales, conviviendo en armonía con la naturaleza y la comunidad. En cuanto a las relaciones de pareja, las personas respetan el rol de cada uno, tienen un marco de referencia muy claro sobre que se espera del otro. Las relaciones son sencillas y se percibe paz y amor en la casa. La vida de estas personas es simple, las tareas básicas en las cuales se enfocan consisten en conseguir los alimentos, defenderse de los peligros naturales y ganar un dinero extra para “los lujos”.

Al tener la oportunidad de observar esta forma de vida tan diferente a la cual estamos acostumbrados, surge la pregunta sobre la felicidad en pareja. Y nuevamente se obtiene la respuesta: la felicidad no consiste en lo que tenemos, sino en cómo lo vivimos…

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